Bible Lesson 30

Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes. Y se sentaron a vigilarlo. Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Éste es Jesús, el Rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:

—Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!

De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos.

—Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?

Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.

Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad. Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:

—Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).

Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron: —Está llamando a Elías.

Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. Los demás decían: —Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.

Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.

En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:

—¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!

They crucified him and divided his clothes by gambling. And they sat down to guard him. Above his head they put in writing the cause of his condemnation: “This is Jesus, the King of the Jews.” With him they crucified two robbers, one on his right and the other on his left. Those who passed by shook their heads and blasphemed against him:

“You, who destroy the temple and in three days rebuild it, save yourself! If you’re the Son of God, come down from the cross!”

In the same way the chief priests laughed at him, together with the teachers of the law and the elders.

“He saved others,” they said, “but he can’t save himself! And he’s the King of Israel! Let him come down now from the cross, and thus we’ll believe in him. He trusts in God; then may God free him now, if he really loves him. Didn’t he say, ‘I am the Son of God?'”

Thus also the robbers who were crucified with him insulted him.

From midday and up to mid-afternoon, all the land remained in darkness. At about three in the afternoon, Jesus called out loudly:

“Eli, Eli, lema sabachthani?” (which means “My God, My God, why have you forsaken me?”).

When they heard it, some of those who were there said, “He is calling Elijah.”

At that moment one of them ran in search of a sponge. He soaked it with vinegar, put it on a cane and offered it to Jesus to drink it. The others said, “Leave him, and we’ll see if Elijah comes to save him.”

Then Jesus again cried out loudly, and he gave up his spirit.

At that moment the curtain of the temple sanctuary tore in two, from top to bottom. The earth trembled and split the rocks. The tombs opened, and many saints who had died resurrected. They left the tombs and, after the resurrection of Jesus, entered the holy city and appeared to many.

When the centurion and those who with him were guarding Jesus saw the earthquake and what had happened, they were terrified and exclaimed:

“Truly this man was the Son of God!”